ATERRIZANDO EN EL ERASMUS
Llegar a tu destino Erasmus es un verdadero aterrizaje. Te plantas en un sitio que no conoces, generalmente con gente que no conoces, apenas hablas el idioma (o si tienes suerte dominas el idioma pero en todo caso no siempre te entiendes con la gente), conoces las cuatro paredes que serán tu hogar durante unos meses y, después de un largo día en el que has dicho adiós a tu mundo, te tumbas en tu cama y te preguntas ¿y ahora qué?
Pero casi ni te da tiempo a sumirte en la divagación existencial ya que enseguida empiezan los saludos (con la típica confusión de ¿doy uno o dos besos? ¿doy la mano?…), caras nuevas, gente nueva, sitios nuevos, comida nueva (con un poco de suerte: comida nueva «rica»)… Y antes de que te des cuenta ya te has situado, ya sabes dónde está cada cosa en tu nueva casa, en tu nuevo barrio, en tu nueva ciudad… Los primeros días los dedicas a deshacer la maleta, situarte, terminar papeleos, preparar tu inminente «vuelta al cole»… pero luego ¿qué?
Si tienes suerte y tienes algo de tiempo antes de empezar la uni te entra el agobio existencial de ¿qué hago con este tiempo tan precioso antes de que empiece la rutina, el estudio, el no parar?
Es entonces cuando empieza la Operación Gymkana. Se trata de visitar el máximo número de sitios en el poco tiempo que te queda de vacaciones. Primero vas a los grandes sitios turísticos, los que todo el mundo visita porque ¿cómo viviendo en esa ciudad no has ido a ver eso? y luego sigues por lo sitios que no todo el mundo conoce, te dejas aconsejar por la gente, te pierdes por las calles… y es entonces cuando de verdad te empapas de tu ciudad (en algunos casos, literalmente, porque no en todas partes hace tan buen tiempo como en España).
Hasta que llega un punto en el que ya encuentras El Tesoro. Ya no te sientes como un turista más de la ciudad sino que ya sientes la ciudad como tuya, ya no miras a los turistas como iguales sino como extraños, y empiezas a mirar a los locales como iguales. Ya incluso contestas a los turistas que te preguntan por la calle y no haces fotos de todo lo que ves. Ya vas andando y te sientes orgulloso de «tu» ciudad, porque ya es «tuya».