Estudiar en una nueva universidad: mis primeras impresiones en Oporto
Comenzar de nuevo en un sitio nunca es fácil. Comenzar en una nueva universidad, menos. Nos acostumbramos a pasar largas épocas de nuestra vida rodeadas de los mismos grupos de gente, hablando en un mismo idioma y cumpliendo con los mismos horarios y, cuando salimos de nuestra zona de confort y nos enfrentamos a nuevos retos, todo esto cambia por completo. Yo vivo entre edificios rosas cuquis y capas de Harry Potter.
Cuando llegas a una nueva ciudad todo es diferente y a ti, que eres tan solo un alma pasajera, no te queda más remedio que acostumbrarte y tratar de sacarle el mayor partido posible. Supongo que dependiendo de a dónde vayas, ese período de adaptación será más o menos largo y más o menos duro. Yo tengo la suerte de estar muy cerquita de casa, con un idioma muy parecido al mío y con gente cerca con quien contar.
A pesar de todo esto, nada quita que los primeros días de clase te tengas que sentar totalmente sola porque no conoces a nadie y nadie te habla, o te estés aguantando las ganas de hacer pis toda la clase porque no quieres interrumpir al profesor, o las típicas cosas que suenan muy infantiles pero que la mayoría de nosotros hacemos cuando empezamos en algún sitio.
Como ya os dije en mi anterior publicación, yo estudio en la Universidade Fernando Pessoa. Es una universidad privada (a pesar de estudiar en la pública de Bilbao, así son los convenios) situada en la Praça 9 de Avril, a unos 35 minutos a pie de donde vivo. Siempre voy caminando. Siempre. Y aquí es donde aparece el siguiente cambio: mi facultad en Bilbao se encuentra en Leioa, un pueblo a 10 km. de la ciudad y desde Bilbao sólo se puede llegar en coche o en autobús. Así que los que no tenemos coche tenemos que tragarnos media hora de trayecto y un pico en el bolsillo para llegar a la uni. Aquí, en cambio, ni gasto de dinero ni viajes aburridos, tan sólo aire fresco, ejercicio y mucha tranquilidad.
La universidad es súper acogedora, parece más un colegio que una universidad y tiene varios edificios, aunque mis clases se encuentran concentradas en el mismo. Lo más llamativo: el edificio rosa que te encuentras nada más cruzar la puerta principal. Debe de ser un color muy habitual aquí en Portugal, porque recuerdo que cuando estuve en Coimbra en Navidad muchos edificios eran también rosas. Mi compi y yo nos quedamos anonadadas cuando lo vimos, pero la verdad es que da mucha paz entrar en la uni viendo ese edificio tan bonito.
Algo menos importante pero que quiero resaltar es que, aunque todavía no he confirmado si es así en todas las universidades o sólo en la mía por ser privada, las clases son prácticamente como si fuesen particulares. Nunca hay más de 30 personas en una clase, el otro día tuve una práctica de televisión con ocho personas, ¡ocho personas! Madre mía, esto sí que lo noto, estoy acostumbrada a estar en clase con unas 90 personas más y la diferencia es abismal. Además, por el hecho de ser erasmus, los profesores tienden a facilitarte mucho las cosas (lo cual no quiere decir que no haya que hacer nada…). Yo ya tengo tres trabajos que entregar la semana próxima, así que trabajar se trabaja.
Ahora sí, me meto de lleno en la gran curiosidad de este país en el ámbito universitario: las capas negras. Hagamos una cosa: cerrad los ojos, volved a la infancia y recordad la primera película de Harry Potter, cuando os quedasteis flipando con las capas y las bufandas que llevaban, con el pelazo de Hermione y el resto de chicas y con lo sumamente guays que parecían, tanto que todos quisimos ser magos como ellos. Bien, pues yo veo a Harry Potter y Hermione cada día, en la uni, por las calles, de fiesta… Me refiero a la praxe, el término que hace referencia a las prácticas universitarias por las que los nuevos alumnos, denominados caloiros, se integran en las universidades. Son, para que os hagáis una idea, como las novatadas típicas de algunos colegios mayores de España. Tienen que saludar de una determinada manera, les hacen pruebas, cantan canciones, etc, etc, etc. Es un mundo por descubrir; yo, poco a poco, voy preguntando a unas personas y a otras pequeñas curiosidades que me van surgiendo, pero creo que nunca llegaré a comprender del todo cómo funciona. Es una de las cosas más raras que he visto en mi vida, pero creo que para ellos es algo precioso y por eso, aunque alucine cada día, me parece totalmente respetable y único.
Sólo llevo dos semanas en la universidad y estoy segura de que no va a dejar de sorprenderme a medida que la vaya descubriendo. A día de hoy ya no me aguanto las ganas de hacer pis, me arranco por bulerías cuando me apetece participar con mi portugués de principiante delante de la clase y ya tengo compis con los que charlar. Incluso he conocido una chica que el semestre que viene se va de erasmus a Madrid. Sin duda, le recomendaré Sinmaletas y le diré cómo preguntar si puede ir al baño.
Así es el erasmus y así os lo estamos contando 🙂