Recogerlo todo
Hacer las maletas de nuevo no es trabajo fácil. Y no sólo porque siempre te lleves más cosas de vuelta.
Hace unos días me tocó empaquetar. Debido a una serie de situaciones personales jodidillas decidí dedicar un día entero a ello y tomármelo con calma. Recoger poquito a poco, quizá, podía ser terapéutico. Pero no sé, yo no paré de llorar en todo el día. Según iba metiendo cada cosa en la mochila, una historia o anécdota saltaba de ella y me recordaba buenos y malos momentos dentro y fuera del erasmus.
Todo son recuerdos. Desde la canción de entradilla de The big C (serie que me ha acompañado en Cluj) a la lámpara que pese a todo nunca nos robaron (y que cada vez que miro me agita el pecho y me hace llorar). El iPhone que tan útil me ha sido cuando queríamos comunicarnos (y que ya no tiene WhatsApp por un largo tiempo). El secador que me he enchufado al cuerpo en el duro invierno. Las sandalias que destrocé para que fueran más bonitas. El belén de dinosaurios que se me cayó al suelo cuando recogía. Las toallitas de los viajes. La planta que me dejó Filip. El cerdito en el que Rox y yo metíamos dinero para helados. La maraca de teatro. Las etiquetas para que sinmaletas se lleve mi equipaje a la casa donde yo no creo que nunca pueda volver. El desodorante de pies (pero eran las zapatillas, lo prometo). El armario vacío. Ver la selva desde mi ventana. El bote de mermelada casera que Rox me regaló al poco de conocerme. Los tulipanes que no me atrevo a tirar, que no quiero tirar (que por mí me llevaría a Madrid). Los sacos que llevamos a Vama Veche y que siguen llenos de arena. La enorme maleta que me prestó Cris para venir…
No sé, no es enumerar historias, ni grabar vídeos, ni escuchar música… Es sentir que se me viene el mundo encima y que no sé bien si podré agarrarlo. Es ver un cuadro en el Pompidou absolutamente borroso y que, aunque me acerque y lo escudriñe, no conseguir ver nada claro, ni sentirme por un minuto bien. Pasarme el día andando, buscándome, y con mi corazón por detrás, arrastrando.
Te odio. No te lo tomes como algo personal. Simplemente no te conozco y me has hecho soltar una lagrimilla por el rabillo del ojo con lo que has escrito.
El año que viene me voy yo de Erasmus a Praga y ya estoy pensando en lo difícil que se me hará la vuelta. Tiene gracia, aún no me creo que vaya a vivir 9 meses fuera de casa -de la que nunca he salido más de 3 semanas-, y ya estoy pensando en todos los lazos que haré (y desharé) a lo largo de mi estancia allí.
Gracias 🙂