Lost in Translation
En un erasmus no es oro todo lo que reluce. A veces hay momentos duros en que se cuadriplica lo que sientes porque estás a cientos (en mi caso, tres mil) de kilómetros de distancia y no tienes a ninguno de tus verdaderos amigos para que te den un abrazo.
A veces pienso que tanto salir de fiesta es una forma de no echar de menos tu casa. Tanto conocer gente, tanto viajar, tanto ir de arriba a abajo… son en parte grandes excusas para no quedarte en tu habitación erasmus y reflexionar sobre tu vida. Aquí no haces verdaderos balances. Aquí no reflexionas. Aquí intentas vivir el día a día. Correr sin pensar. Engullir la vida sin masticar.
Desde que llegué a Cluj-Napoca apenas leo. La narrativa, la poesía, los artículos… TODO se ha reducido a leer los blogs de Luna Miguel, Raquel Bullón y Escandar Algeet. Como si tres blogs pudieran compensar los libros. Como si el café que sucede el postre pudiese reemplazar a la comida entera.
Me duele el estómago por la falta de páginas impresas.
Después de unos cuantos días duros, he decidido irme de retiro espiritual. Roxana (mi amiga/compañera de clase/ vecina) me ha invitado a pasar un largo fin de semana en su ciudad, Baia Mare, en la casa de su familia. Pacer en un hogar.
Estos días me siento como Scarlett en Lost in Translation. Nada huele familiar. Ningún lugar me acoge. Todo es extraño y confuso. Ya no entiendo ni el castellano.
Me voy sinmaletas cuatro días a encontrarme conmigo misma. A reconciliarme. A leer en un banco mientras el sol primaveral de Rumanía me tuesta los brazos. A llorarme los errores y curarme las pupas.
Si me buscáis por twitter, escribiré desde el norte.
Estas noches soñaré con los mandalas que dibujaré en tu nombre.