Bine ati venit la Bucuresti!
Me asomo al balcón y veo el atardecer en Bucarest. Si no fuese por la atención al público de los restaurantes, me quedaría aquí una temporada.
Después de un horrible viaje de muchas horas en autobús, el viernes a las 6 de la mañana una porción de la tropa erasmus y yo llegamos a Bucarest. Para todos era la primera vez y la verdad es que no veníamos con ninguna esperanza, pues todo lo que habíamos oído eran críticas.
«Es una ciudad llena de edificios comunistas grises»
«Es muy fea»
«La gente es super antipática»
«Por la calle deambulan manadas de perros salvajes»
Ciertamente no es la ciudad más bonita del mundo pero, si os digo la verdad, yo me he enamorado.
Quizá sea por la película de Muntean «La hoja será azul» (Hîrtia va fi albastra, 2006), en la que te metes en los zapatos de un militar en plena revolución contra Ceausescu. O por la onírica y compleja novela de Mircea Cartarescu, «Cegador» (Orbitor, aripa stânga, 1996). Pero lo cierto es que el gris de esta ciudad me ha calado bien. Estando aquí entiendo mucho mejor la historia de este país, la herida aún sangrante que la dictadura comunista dejó en la ciudadanía.
Es una ciudad que hay que ver aunque sólo sea por visitar el Palacio del Parlamento, que es el segundo edificio en superficie más grande del mundo (después de El Pentágono), y para cuya construcción Ceausescu destruyó más de 7000 viviendas, 12 iglesias, 2 sinagogas y 3 monasterios (su megalomanía requería «hacer hueco» y eliminar todos los edificios que le «sobrasen»). O por ver el Boulevard Unirii, que intentaba imitar a la Avenida de los Campos Elíseos pero 50 centímetros más ancho (los Ceausescu siempre tenían que ser «un poquito más»).
Además el centro histórico (estos días en proceso de remodelación y levantado casi por completo) es una preciosidad y está plagado de calles que se entrecruzan y que a veces, para tu sorpresa, te llevan a escondidas y preciosas iglesias construídas entre los siglos XVI y XIX (iglesias que como por arte de magia sobrevivieron al terremoto de 1977 y a las locuras arquitectónicas del dictador).
¿No os están entrando ganas de hacer una visita sinmaletas al París del Este?
Por razones que no quiero saber, ya no quedan ni un cuarto del número de perros que había hace pocos años (mi guía indica que 150.000 vagabundeaban por la ciudad), así que no hay excusas. Además, por lo que veo y lo que me cuentan, cada vez más españoles se acercan a descubrir la capital de Rumanía.
Yo estoy enamorada (a la par que impresionada y algo asustada), ¿me seguís por Twitter y os sigo contando?
Llena de envidia me dejas. Pero, ¿vamos a ver… es que los erasmus nunca estáis en vuestros respectivos destinos? Al menos podíais fingir que estudiáis… para que tengamos menos envidia los demás…
Ay, señorita… A mí se me acabó el chollo. Ya no me queda pasta y tengo un montón de trabajos que preparar.