Alto y libre
Si algo me ha enseñado Finlandia es a aflojar el ritmo.
A frenar.
A parar a disfrutar.
Observar.
Apreciar.
El silencio.
La música.
La gravedad.
Las formas, luces y sombras,
texturas, sabores, sonidos, olores, colores…
Los árboles y las flores.
Aprender a volar.
A volar alto.
A volar libre.
Aprender a encontrarme.
A encontrarte.
A encontrarnos.
A escuchar más allá de los sonidos.
A mirar con los ojos cerrados
más allá de mi ombligo.
Admirar el instante de aire que compartimos.
El arder del cielo atravesando ventanas y fachadas.
El roce de pupilas dilatado por los gorros y bufandas.
El pulso ajeno, otra vez, recorriéndome a sus anchas.
A sentir el universo entero dentro de mí.
El sol, el viento, la arena, la lluvia.
Las estaciones.
Y todo lo que está por venir.
Aprender.
Pero sobretodo, desaprender.
Desempolvar.
Deshacer.
A comprender,
por fin,
por qué.
A sentir en mis mejillas
el cosquilleo del planeta.
El latir de la luna aún cuando es nueva.
Desde siempre, mi fiel compañera.