Escapada a Sintra
«Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra,
al luar y al sueño por la carretera desierta,
conduzco a solas, conduzco casi despacio, y un poco
me parece, o me esfuerzo porque un poco me parezca,
que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que sigo sin que haya Lisboa atrás dejada o Sintra a la que llegar,
que sigo, ¿y qué más puede haber en seguir sino no parar, proseguir?»
– Fernando Pessoa
Este pasado fin de semana por fin he cogido un avión y he vuelto a viajar. A Lisboa, la capital, a unos 300 kilómetros de Oporto. Aquí, aunque no estemos en el centro de Europa y no podamos coger un autobús y cruzar fronteras hacia cualquier país (más que España), tenemos a la compañía Ryanair operando desde hace poco, con unos precios muy atractivos. Ir a Lisboa me costó 20 euros ida y vuelta y hoy mismo he mirado y se pueden encontrar vuelos por sólo 11 euros ida y vuelta. ¡Chollazo! Así que cómo no me voy a ir…
El viernes fui a Sintra, una villa que está a unos 45 minutos de Lisboa en tren, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1995 por la UNESCO. El centro de la ciudad es muy especial, con callejuelas muy estrechas y bares, tiendas y restaurantes. pero lo más llamativo de la villa y, básicamente, por lo que la gente visita Sintra, son sus castillos y palacios. Hay varios, aunque los principales diría que son el Castelo dos Mouros, el Palácio Nacional de Sintra y el Palácio da Pena.
Yo fui a visitar el Palácio da Pena. Para llegar hasta él hay un bus que va desde el centro de Sintra hasta la puerta del Castelo y tiene un precio de 5 euros ida y vuelta. Mi amiga y yo fuimos andando; si no os importa andar, es una buena opción, son 3 kilómetros y medio en cuesta, así que mejor hacerlo con calma. Pero sin problema. El precio para visitar el Palácio son 11 euros y medio para adultos (para menos de 18 años son 9, pero no hacen descuentos a estudiantes ni menores de 25 años…). Es un poco caro para mi gusto, pero merece la pena porque si no, no puedes entrar siquiera al parque y lo ves desde muy lejos. Por dentro es como cualquier palacio, con las salas donde la realeza pasaba sus veranos. Aprendí mucho de la historia portuguesa y, en especial, de la historia de la realeza. 100% recomendable pero, ¡ojo!, abrigaos, que está en una montaña y sopla un viento frío incómodo.
Después, en el centro una vez abajo, es muy típico comer un traveseiro o una queijada, los dos dulces típicos del lugar, y probar la ginginha (licor de cerezas) en un vasito de chocolate. Yo probé los traveseiros porque las queijadas también las hay en Oporto, y mi amiga me dijo que estos, en cambio, eran únicos de allí. Me llevó a la mejor pastelería de traveseiros de Sintra a merendar, Piriquita y, la verdad, estaban riquísimos. La ginginha, que la venden en muchas tiendas junto con tantos otros licores y productos típicos de Portugal, se ofrece por 1 euro, en chupitos, en un vasito de chocolate y la recomendación es siempre la misma: «Bebe hasta la mitad y el resto cómelo todo junto. ¡Qué delicia, increíble! De verdad, si tenéis la oportunidad, probadla.
La verdad que poco más hice en Sintra, que no es poco. También vi palacetes y castillos en la lejanía, vi varios mercados a causa de la Navidad, el Reino do Natal, un parque que llenan de casitas navideñas, muchos vendedores de arte por la calle y muuuucho frío. Una visita totalmente recomendable si os acercáis a Lisboa alguna vez.