Cruzando fronteras.
Uno de los primeros consejos que recibe un erasmus es: viaja todo lo que puedas. Y hasta ahora creo que lo estamos siguiendo tanto como podemos, o lo que el bolsillo nos permite. El hecho de estar en Hungría, es una enorme ventaja para conocer numerosos países y ciudades de los alrededores. Hungría se encuentra justo en el centro de Europa, por lo que resulta muy fácil y barato llegar a países como Eslovaquia, Austria, Polonia, Rumanía, Croacia o República Checa.
Es este último país precisamente, en el que he tenido el placer de estar el pasado fin de semana, concretamente en su capital: Praga.
El jueves 16, bien tempranito por la mañana, cogimos el bus donde pasaríamos 7 horas; aunque entre el sueño de la resaca, las películas en inglés subtituladas en checo y algo de conversación no se hizo tan pesado. A las 4 de la tarde llegamos, dejamos las maletas en el apartamento, salimos a pasear, cenar y no muy tarde a descansar. Por supuesto, estaba lloviendo. Porque otra cosa no, pero puntería con la lluvia tenemos bastante, a cada viaje que hemos hecho la lluvia se ha apuntado también. Por eso, si hay alguna región con problemas de sequía sólo tienen que pagarnos el viaje que cuando lleguemos el problema está resuelto.
El viernes, como campeones, nos levantamos temprano, desayunamos, nos pusimos en modo turista y salimos a recorrer la ciudad. Pasamos la mañana en un “free tour” y la tarde guiados por unos erasmus que viven allí; a los cuales tengo que agradecerles la hospitalidad pero también tengo que decir que como guías turísticos no tienen mucho futuro. Un día, largo, cansado pero que mereció mucho la pena porque la ciudad es una maravilla. Ah por cierto, una vez más la lluvia nos acompañó todo el p… día.
Ya por la noche, un pequeño descanso, cena y a hacer lo que mejor se nos da: liarla en el apartamento e ir a algún garito a pasar la noche. Aunque en mi caso, entre un paso y otro me perdí, mientras mis amigos me buscaban, yo estaba con Luis, que a pesar de vivir en Praga no tenía internet, ni llamadas ni sabía donde carajo estábamos. Gracias a dios que mientras dábamos vueltas, más perdidos que un pulpo en un garaje, escuchamos unas voces a lo lejos que decían: Yisus! Yisus! Y no era nadie rezando, si no que me llamaban a mí.
Esto quedó en una anécdota y por fin llegamos a lo que se suponía una fiesta latina. Después del perreo pertinente, a casa, a dormir unas pocas horas.
El sábado por la mañana, sólo 5 horas después los despertadores empiezan a sonar, mientras una mitad se ducha, la otra mitad pide al señor que los recoja: qué resaca! El sábado el sol brillaba pero hacía un frío que si no hubiese visto volar diría que los cisnes del río Moldava eran pingüinos. A pesar del frío, la ciudad estaba radiante y los que no fuimos de excursión a un pueblo cercano, aprovechamos para subir a la torre del reloj, visitar el muro de John Lennon, y reír, reír mucho. Al final del día, el punto de encuentro debía ser a la hora del Madrid-Barça, pero algunos lo cambiamos por la siesta y menos mal porque vaya desastre.
Después de cenar y como somos muy educados, fuimos a devolver la visita que la noche anterior nos habían hecho los erasmus que allí vivían e hicimos la fiesta en su piso, para después visitar la discoteca más famosa de Praga: Karlovy. Más famosa quiere decir para guiris, muy típica y en resumen nada del otro mundo; pero había que conocerla para opinar en primera persona. La noche se alargó bastante y a la vuelta a casa una sola idea rondaba mi cabeza: a las 10 nos echan del hostal, a ver quién me levanta.
Así, el domingo entre la claridad, el ruido y el despertador, empezamos a reptar por la habitación para hacer la maleta, recoger y hacer el check-out. Hasta las 3 que teníamos el bus, algunos decidieron pasear, otros terminar algunas visitas pendientes y el resto dormir en los sofás de la recepción (yo uno de ellos). Esta vez, el bus de vuelta se hizo muy largo y pesado hasta llegar a casa, a Budapest.
He de decir que Praga es la única ciudad que he visitado que puede plantar cara a Budapest, en cuanto a belleza y majestuosidad; es sencillamente espectacular. Eso sí, en cuanto a fiesta, cultura y precios Budapest sigue siendo mucho mejor destino erasmus. Es sencillamente el paraíso pero con mucho frío.
En definitiva: tres intensos días, una nueva ciudad y un nuevo país rodeado de lo mejorcito. ¿Cuándo repetimos?