Llegar a una taberna y que te reconozcan, lo menos esperado del ERASMUS
Me había acostumbrado tanto a vivir en Bilbao que ya nunca era nueva en los sitios y al llegar aquí me encuentro en un descubrimiento total, tanto de la ciudad como de mí misma. En los últimos dos días me ha pasado que he ido a sitios donde al entrar me han recibido con dos besos o preguntándome que tal estaba porque se acordaban de mí, y sólo había ido una vez.
Hay un bar en Gaia, la ciudad colindante con Oporto, al otro lado del río Douro, donde ponen una jarra de un litro de un vino riquísimo por siete euros. Se llama la Taberninha do Manel, y siempre está lleno, sobretodo de turistas. Fui la primera vez cuando una amiga me estaba visitando y de la que paseábamos por Gaia nos apeteció tomar un vinito. La sorpresa fue estar media tarde en la terraza del bar y salir de ahí más contentas que un sábado noche, efecto del alcohol incluído.
Hace unos días, llevé a mi compañera de piso y a otra amiga allí para volver a beber vino tranquilamente (hay que aprovechar antes de que llegue la lluvia y se acabe el terraceo) y cuando llegamos, el camarero que más había hablado con nosotras la última vez (debían de hacerle gracia las españolas y estuvimos de cachondeo un rato, tanto que nos invitó a un chupito cuando nos íbamos) me recibió con dos besos, una sonrisa y preguntando que qué tal me iba todo. Con los ojos como platos me quedé…
Hemos vuelto a cenar a ese sitio, ya que además tienen cocina portuguesa tradicional y riquísima, con una buena relación calidad/precio. La verdad que es una maravilla porque te alegran la noche. Por ejemplo, para cenar pedimos un chourizo afumado, bacalhau com natas y queijo da serra y va el camarero y nos invita a una copita de vino de Oporto a cada una porque dice que el queso así es como más rico está y que tenemos que comerlo de esa manera. Como la gente sea así de agradable y salada en todos lados (que de momento eso parece) me va a abrumar tanto buen rollo.
Como anécdota, añado también que de paseo encontré una tienda de segunda mano que tenía alguna cosita árabe y le pregunté a la dependienta de dónde era y me dijo que de Alejandría. Creo que hablé alguna cosa irrelevante con ella y me fui. Volví ayer y cuando me vio se rió y me preguntó que qué tal estaba, también recordándome. Y sólo puedo pensar dos cosas: o tengo una cara fácil de recordar o aquí la gente de verdad se esfuerza por ofrecer lo mejor a los clientes. ¿Alguna vez os ha pasado a vosotros eso de llegar a un sitio nuevo y que te conozca el señor de la frutería de debajo de casa? ¿Quizá la cajera del súper? ¿O algún camarero de un bar de fiesta? Contadnos también vuestras anécdotas.
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¡Saúde para todos!