Tengo visita. Qué responsabilidad!
En cuanto recibí la noticia que había sido aceptado en el programa erasmus y que me habían dado plaza donde yo quería; me apresuré a compartir la noticia con toda mi gente. La respuesta era unánime: me alegro mucho por ti, además ya tenemos una nueva ciudad para conocer, espera mi visita.
Está claro que no todos los que te lo dicen van a cumplirlo, pero sabes que hay personas que no te van a fallar; por eso, de forma inconsciente cada lugar que conoces lo asocias con alguien y piensas: cuando venga, tenemos que venir aquí. Así poco a poco, vas haciendo un plan mental de las lugares de visita obligada para cuando te conviertas en anfitrión. He tratado de seguir el consejo de un amigo que decía: “aprende bien a moverte por la ciudad, conoce todos los rincones, esperaremos un par de meses para que te hagas con todo antes de ir a verte; aunque ya sabemos que los bares los conocerás todos en la primera semana”. Tengo que ser honesto, por más que lo he intentado me ha sido imposible porque Budapest es la ciudad con más bares por metro cuadrado que he conocido en mi vida.
Así, después de dos meses y medio he recibido mi primera visita (se estaban haciendo de rogar). Desi y Carla han venido hasta Budapest para verme y para conocer la ciudad.
La primera es mi amiga desde niño, fuimos juntos al colegio y hasta ahora mantenemos una relación muy cercana. La segunda, amiga desde hace unos 6 años, pero como si nos conociésemos de toda la vida. Con ambas he tenido el gusto de viajar, varias veces además y compartir experiencias similares a las que hemos tenido esta semana; aunque ahora la cosa era distinta porque venían a la que ahora es “mi casa”.
Desde que llegaron, hemos visitado todos y cada uno de los monumentos más importantes, hemos comido en los sitios favoritos de los erasmus y hemos salido de fiesta como tales. En definitiva, he intentado hacerlas partícipe de esta vida tan dolorosa y aburrida que estamos padeciendo en Budapest. Ellas están encantadas y envidiando el no poder seguir aquí más tiempo.
Su visita me ha servido para alegrarme la semana de manera especial, para rememorar momentos pasados y para darme cuenta de que realmente conozco la ciudad mejor de lo que creía: lugares de interés, transporte, gastronomía, etc. De modo que hemos aprovechado bastante bien el tiempo y a decir verdad, me he quitado la “presión” que sentía por no ser un buen anfitrión.
Por otra parte, sin entender muy bien por qué, existía una especie de inseguridad acerca de cómo podrían valorar la ciudad. Algo que no tiene mucho sentido ya que no se trata de un hotel del que yo sea el gerente. Pero después del paso de los días, me han confirmado que las expectativas que tenían han sido superadas con creces. Y esto, es un denominador común entre la mayoría de las visitas que han tenido el resto de mis compañeros; las opiniones que más se repiten son: el mucho más bonita de lo que esperaba, me he gastado muy poco dinero y no me he privado de nada o que hemos encontrado chollo de ciudad para vivir. Esto me hace reafirmarme en que tomé la decisión adecuada en su día y que no soy yo que miro a Budapest con muy buenos ojos, sino que de verdad es un sitio que merece la pena visitar y vivir.
A ellas les agradezco que organizasen una semana de sus vidas, para cruzar media Europa y venir a un sitio que a priori ni se habrían planteado. Y sé que ellas ahora me agradecen a mí, el haberlas hecho venir hasta aquí, porque realmente es un viaje que merece mucho la pena. Espero que tanto como para que se planteen volver.
A modo de conclusión solo me queda decir, que todos aquellos que me prometisteis visita me haríais muy feliz si cumplís con vuestra palabra, pero que sobre todo vais a ser vosotros lo que agradezcáis el venir a verme hasta tan lejos.
Aquí os espero.